Como respuesta a una de las mayores demandas de la población preadolescente y sus familias del Colegio Seminario, pretendemos brindarles nuestro magis y así seguir creciendo juntos en este proceso tan importante como lo es el crecimiento y maduración de sus hijos, nuestros alumnos.
¿Qué entendemos por vínculo?
La palabra vínculo viene del latín “vinculum” que significa atadura. Y nos preguntamos ¿a qué nos ata?
A través de la investigación del Psiquiatra y Profesor Robert Waldinger, realizada en la Universidad de Harvard titulada “The Grant Study”, y posterior charla TED (ver video), se explican las causas y fundamentos de una vida feliz. Esta investigación logró demostrar que lo que incide fundamentalmente en la felicidad de una persona, y por ende la hace más exitosa y con mejores niveles de salud, es el contacto con el otro, las relaciones cercanas. La búsqueda de la felicidad ha sido una de las búsquedas más antiguas de la humanidad, a la cual le han dedicado libros, artículos, investigaciones, películas, y años de búsqueda personal y comunitaria. Es por esta razón que nos parece sustancial tratar esta temática, con el fin de aportar a la construcción de la felicidad de cada uno de nuestros alumnos.
Por lo tanto decimos que estamos atados a un Otro; un vínculo es una atadura que permanece en el tiempo. A pesar del rompimiento o distanciamiento, las experiencias vividas en el pasado son parte de mi yo actual e incidirán en mi yo futuro.
“The Grant Study” propone tres premisas principales para la construcción de vínculos saludables.
- Vínculos de calidad por sobre cantidad: Confluencia de intereses para el fortalecimiento del vínculo.
- Vínculos estables y de apoyo mutuo: Desarrollo de la empatía y la escucha activa para fomentar sensación de seguridad y la confianza en el vínculo.
- Enfrentamiento de los conflictos: Importancia del diálogo de forma explícita acerca de las dificultades y diferencias en las relaciones.
Pero… ¿Qué es un vínculo de calidad? ¿Cómo se caracteriza un vínculo estable? ¿Cuándo determinamos que hay apoyo mutuo? ¿Cuál es la forma de enfrentar un conflicto?
Se entiende que gran parte de los conceptos mencionados dependen de la subjetividad de cada persona y de la subjetividad propia de cada vínculo conformado. Cada una de las premisas van a estar determinadas por las experiencias previas de éxito y fracaso en los vínculos anteriormente construidos, y por las demandas, deseos y frustraciones propias y de las personas que acompañaron el proceso de crecimiento de cada uno, generando determinados patrones de funcionamiento y reacción frente a una acción o situación determinada. Es por esta cantidad de variables que se expresa de forma cotidiana “cada relación es un mundo”, dado que los vínculos son tan complejos como las personas que lo conforman en las diferentes dimensiones bio-psico-espiritual.
Aspectos a considerar antes de intervenir en los vínculos de los niños y adolescentes:
- Las experiencias deben ser vividas: Cada uno deberá atravesar las vivencias que sean necesarias para lograr aprender de ellas y generar herramientas que permitan abordar situaciones similares en la vida adulta. La clave: tolerancia a la frustración. Esta no es una característica innata, sino que es algo a educar, practicar y ejercitar. Cuando como acompañantes evitamos la frustración de los niños y adolescentes estamos, al mismo tiempo, esquivando la posibilidad de educar en la frustración. Esto traerá posteriormente grandes montos de angustia y miedos que no lograrán afrontar de forma autónoma.
- ¿Cómo inciden nuestras experiencias previas en los vínculos que conforman nuestros hijos?: Son las experiencias previas de éxito y de fracaso las que irán conformando las personas que somos hoy y las que seremos mañana. Estas serán las que condicionen el modo de pensar, sentir y hacer respecto a las nuevas vivencias diarias, tanto propias como de las personas que están bajo nuestro cuidado. Serán las experiencias de fracaso las que nos enseñen y protejan de futuras heridas, las que nos harán cambiar de parecer y nos alertarán cuando sea necesario de posibles peligros o riesgos, así como también podrán funcionar de modo perjudicial mediante el miedo, apartándonos de nuevas experiencias por temor a enfrentarnos a situaciones de angustia. Por otro lado las experiencias de éxito serán las que nos permitan arriesgarnos y afianzar nuestra forma de pensar y hacer frente a determinadas situaciones, y nos ayudarán a ganar en confianza y seguridad frente los futuros vínculos que conformemos. Es por esto que los invitamos a tomarse unos minutos luego de leer este artículo para pensar y hacer conscientes las experiencias propias vividas anteriormente que están influyendo hoy en día en los vínculos de sus hijos. ¿Cómo fueron mis relaciones de amistad? ¿Qué experiencias de éxito tuve y cuáles de fracaso? ¿Cómo me sentí? ¿Qué aspectos (personas, características propias, entre otras) colaboraron o perjudicaron mis relaciones de amistad?
¿Cómo colaborar con la conformación de vínculos saludables?
- Generar un espacio de diálogo abierto en el ámbito familiar: Promover momentos de encuentro en donde haya lugar para conversar y reflexionar acerca de las vivencias y de los vínculos construidos.
- Generar una conciencia reflexiva y crítica en los niños y adolescentes: Ayudar en el reconocimiento y reflexión de las fortalezas y aspectos a trabajar que estén relacionadas a los vínculos ya construidos. Es necesario que aquellos logren responsabilizarse (no culparse), por los vínculos que han conformado y las situaciones de conflicto vividas.
- Aspectos a fortalecer: la capacidad de poner límites de forma asertiva, el reconocimiento de emociones propias y ajenas para ejercitar la empatía, trabajar en la comunicación tanto de los sentimientos como de aspectos que sus hijos no comparten con otros de su grupo de amigos.
- Confidencialidad: Recordar que algunos aspectos se deben trabajar, abordar desde el ámbito adulto sin la necesidad de que los niños estén al tanto.
- Mundo de niños, mundo de adultos: Respetar las vivencias de los niños y adolescentes y atribuir la importancia que ellos le brindan, dimensionando la gravedad del problema. Muchas veces como adultos tendemos a desmerecer las problemáticas de los niños, sin considerar que éstas son gran parte de su vida.
Por último, les ofrecemos una de las posibilidades que consideramos más acertadas para intervenir en una situación de conflicto.
Pasos propuestos:
- Dialogar con mi hijo acerca del conflicto.
- Identificar las características propias que fueron movilizadas a partir de la conversación con mi hijo, con el fin de reconocer aspectos propios que no colaboran con la resolución del conflicto.
- Proponer acuerdos a seguir con mi hijo intentando darle la oportunidad de resolver el conflicto de forma autónoma. Aquí es importante identificar los aspectos que como adultos debemos abordar de inmediato.
- Comunicación con el colegio en caso de ser necesario (tutor, departamento de psicología, actor que me inspire confianza) y pasos a seguir.
- En caso de comunicarme con los padres del otro niño, realizarlo en el ámbito adulto, no involucrar a los niños en la intervención. El fin de esta conversación debe ser el de dialogar y trabajar en equipo (acordar estrategias en conjunto). Sugerimos compartir la evolución del caso (no comunicar solo cuando existen problemas, sino también cuando estos se solucionan).
- Reconocer cuándo el problema está resuelto y cuándo no. No guardar rencor cuando los niños han decidido perdonar.
- En caso de ser necesario (casos más complejos), búsqueda de ayuda profesional que oriente a los padres y al niño. En esta ocasión los invitamos a apoyarse en la orientación del colegio para evaluar la pertinencia de una consulta externa.
Ps. María Noel González Farina